Las largas
horas de angustias y valor desafiante no se olvidan jamás, y Girón fue eso,
derroche de estoicismo ante una invasión mercenaria, pertrechada de armamentos
y odios viscerales al servicio de la
CIA contra una Revolución recién triunfante que avanzaba, a
pesar de los insultos y amenazas constantes procedentes del Imperio.
El plan
perpetrado desde los Estados Unidos, con el apoyo de países lacayos a su
servicio, tenía como objetivo liquidar a la Revolución Cubana y tuvo su nacimiento en la
conocida Operación Pluto, aprobada por el presidente Eisenhower
en la lejana fecha del 17 de marzo de 1960; el tiempo transcurrido da
fe de que fue el proyecto más poderoso jamás organizado por la Agencia Central de Inteligencia
de los Estados Unidos contra una nación. Un ejército
de exiliados sería reclutado, entrenado y equipado en Guatemala;
un frente político y organizado que encontraba su justificación teórica para desaparecer
a la obra revolucionaria expuesta en el Libro
Blanco; y sobre todo, para ocultar la mano enmantada de sangre de los Estados
Unidos de América contra Cuba.
No por
casualidad se hizo latente la combinación atroz de guerra psicológica y
subversión interna, desinformación al pueblo, infiltraciones, abastecimientos
de armas, explosivos y medios de comunicación, mientras que desde oficinas
ubicadas en Washington se elaboraban los planes de propaganda encaminados al
ablandamiento psicológico del pueblo cubano.
El 7 de octubre
de 1960 el canciller cubano Raúl Roa
denunciaba en la ONU
los preparativos de una invasión a Cuba y no sería hasta el 14 de marzo
de 1961
que la CIA y el
Pentágono seleccionarían a Bahía de Cochinos como punto de desembarco de la invasión.
El 15 de abril
de 1961 aviones tripulados por mercenarios y con insignias cubanas,
bombardeaban aeropuertos cubanos en La Habana y Santiago de Cuba,
provocando muertes pero al mismo tiempo activando al pueblo para la defensa de
su cielo.
Al día
siguiente, al despedir el duelo de las víctimas del bombardeo, y ante una
inmensa ola humana vestida de milicianos armados, el Comandante en Jefe Fidel Castro
Ruz proclamó el carácter socialista de la Revolución y declaró el estado de alerta,
comprendiendo que la acción del día 15 era el preludio de la invasión.
El 17 de abril arribaba por la Ciénaga de Zapata la brigada
mercenaria 2506, conformado por personal directamente vinculado al régimen de
Fulgencio Batista: 194 ex militares y asesinos de la dictadura, 100
latifundistas, 24 grandes propietarios, 27 caza tenientes, 112 grandes
comerciantes, 35 magnates industriales, 179 personas de posición acomodada, 112
elementos antisociales. El pueblo, el Ejército y las Milicias se movilizaron e iniciaron
horas de duro combate contra el enemigo.
La victoria, trasciende
para los cubanos como uno de los acontecimientos más relevantes de la Patria y a 53 años resurge
como aquel trozo de historia, aún presente, donde por primera vez se derrotaba
en América al ejército más poderoso del hemisferio occidental y se alcanzaba el
laurel militar e ideológico que desde entonces corona nuestros esfuerzos y
batallas.
Corrían las
cinco y treinta de la tarde del 19 de abril de 1961 y el pueblo, vestido de
verdeolivo, con su líder indiscutible al frente: Fidel, rindió en menos de tres
días a los invasores. Fue en las arenas de Playa Girón donde el atardecer se
transformó en el alba que brilla hasta nuestros días, con el sacrificio de
ciento de miles que construyen el presente y porvenir. Las Fuerzas del Ejército
Rebelde y las Milicias Nacionales Revolucionarias tomaban por asalto las
últimas posiciones que las fuerzas enemigas habían ocupado en el territorio
nacional.
Los
combatientes muy bisoños en aquel entonces hoy peinan canas y cuentan de sus
experiencias a las nuevas generaciones, con la certeza de que la victoria marcó
por siempre nuestro destino. Y es así, el espíritu de combate y de confianza en
el triunfo son indelebles, nos acompañan en cada tarea, en cada sueño por hacer
realidad, en el debate actual que convida al reanálisis de nuestra realidad
económica y social dentro de la unidad que nos legó también la Victoria de Girón.
Quienes
vivieron momentos de la epopeya refieren que más de 150 combatientes
revolucionarios murieron y varios civiles fueron asesinados por la aviación de
los invasores, y que los más de 1 200 prisioneros fueron entregados e
intercambiados después por medicinas y alimentos para los niños de Cuba. Es por
ello que Girón no puede quedar absorto en el devenir de los años transcurridos,
y por lo contrario, reverdece en los nuevos tiempos, en su pueblo, hacedor
principal de su victoria y enseñanzas.